Abstract
El arte sudafricano, como la propia historia del país, es extremadamente complejo. La amalgama de encuentros y desencuentros entre diferentes grupos poblacionales y las sucesivas prácticas de poder ejercidas por los colonizadores europeos han marcado la geografía social, cultural y política de este territorio y, por lo tanto, afectado las dinámicas del campo artístico. Para Abebe Zegeye y Robert Kriger, la dualidad de la cultura en Sudáfrica (una de blancos y otra de negros) era el resultado de una de las premisas del apartheid: aquella que presuponía que los grupos raciales eran tan inherentemente diferentes, que cualquier acto de proximidad los llevaría inevitablemente al conflicto; así, esos grupos tenían que practicar sus tradiciones culturales y ejercer sus derechos políticos en aislamiento.
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