Abstract
A fines de los años sesenta la frontera de los dos países comunistas más poderosos del mundo se había convertido en uno de los puntos más peligrosos y militarizados del planeta. Una historia sucesiva de malos entendidos y resentimientos habían alejado a la Unión Soviética y a la China maoista al punto de verse recíprocamente como enemigos. Tras varios años de acusaciones mutuas de diversa índole, sólo se necesitaba un pretexto para que se iniciara un conflicto de magnitudes insospechadas entre ambos, y este pretexto fue la ausencia de una base legal de buena parte de los 7 300 kilómetros de frontera que compartían los dos países. La guerra estalló finalmente en 1969 a causa de la disputa fronteriza en una isla en el río Amur y la acusación soviética de que China tenía ambiciones territoriales sobre Mongolia. Tiempo después, en 1973, volvieron a enfrentarse militarmente, a la vez que mantenían otro frente por la cuestión de Vietnam. El asunto fronterizo se convirtió en un foco rojo para China y el resto de la región al derrumbarse la URSS e independizarse las nuevas repúblicas de Asia central en 1991.
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